Pues sí, aquí estoy, superando día a día éste reto ante la vida. Quién me iba a decir a mi, que a pesar de hacer todos los esfuerzos y recomendaciones posible. Me iba a contagiar. En mi caso, fue en casa y me contagié a través de mi marido. Mi marido a su vez se contagió sin darse cuenta ayudando a otras personas. Con lo que se cumple una vez más aquello de. “Lo que tenga que pasar, pasará, aunque te escondas debajo de una piedra”.
Yo soy de las personas que entra dentro del grupo de riesgo, soy asmática y padezco de bronquios. Con lo que desde que antes de que empezara el estado de alarma, ya empecé a protegerme para no contagiarme.
Pero no me gusta comerme la cabeza pensando y pensando en cosas que ya no tienen arreglo.
Yo llevaba con un pequeño resfriado 2 semanas en casa y viendo que no mejoraba llamé para que me viera mi doctora de familia. Y no olvidaré aquél lunes día 13 de Abril. Me llama por teléfono mi doctora y me recomienda que debo de hacerme una radiografía por aquello de mi problema de bronquios y así ponerme un tratamiento efectivo. Le comento que mi marido está bastante peor que yo y muy amablemente mi doctora a pesar de no ser su paciente mi marido, me permite que se venga conmigo a urgencias al hospital en la ambulancia y que también le hagan a él una radiografía para ver como estaba.
Pues hasta aquí bien, verdad?. El trato del personal sanitario desde el conductor de la ambulancia hasta las enfermeras, doctora de urgencias, radiología, análisis, celadores etc… fue mejor que bueno. Y ya fue en la misma urgencias en la que me di cuenta del problema real que estaban viviendo todo el personal sanitario. La falta de medios, y la falta de prevención de riesgos laborales. Realmente me dio muchísima pena verlos con tantas carencias, cuando se estaban jugando su propia salud y su propia vida por salvar la nuestra. Por otro lado está el miedo que sientes como paciente cuando estás en la sala de urgencias a contagiarte allí de lo que piensas que no tienes, porque yo en mi caso no podía imaginar que tenía covid-19. Yo no me sentía con síntomas y solo había bajado a urgencias para una radiografía. Yo que lo había estado haciendo todo perfecto, no salía de casa, limpiaba y desinfectaba con lejía, limpiaba y desinfectaba todo lo que entraba de la calle, cuando me traían los pedidos a casa o venía mi marido de comprar. Como iba a tener coronavirus…
Pues bien, llegó el momento de los resultados de las pruebas y la doctora de urgencias me dice que tengo inflamación de pulmones, insuficiencia respiratoria por la falta de oxígeno y que me quedo ingresada. ¿Queeeeeeee, yooooo, ingresadaaaaaa?. ¿Pero como me puede estar pasando ésto a mi, pero si no me encuentro tan mala, no tengo ni fiebre. ¿Que me está pasando?. A ésto a mi marido le dice la doctora que tiene neumonia bilateral, había perdido el olfato y que tenía fiebre y que nos iban hacer la prueba de coronavirus a los 2 y que también se quedaba ingresado. Los 2 ingresados a la espera de la respuesta del ánalisis de coronovirus por sí lo teníamos los 2. En ese momento entré en estado de shock. No podía creer lo que estaba pasando y que me pasara a mi, después de cuidarme tanto. Nos hicieron la prueba de la nariz y nos llevaron a la sala de sueros a la espera de una habitación, eso sí, gracias a la doctora nos daría una habitación para estar juntos los 2.
La habitación 436.
Se quedará para nuestro recuerdo porque ha sido la primera vez en nuestra vida que nos ingresaban en un hospital.
Aunque tengo que decir que es una de las habitaciones con mejores vistas tiene Y eso ayuda mucho cuando se está enfermo. La habitación 436 era en la que íbamos a pasar largos días y no muy buenos….
La enfermedad siguió su curso, a las 8 se escuchaban los aplausos desde la habitación del hospital y si el cuerpo y la enfermedad nos lo permitía, nos asomábamos a la ventana. Por las mañanas de vez en cuando se escuchaba las palmas que le hacían las enfermeras de la planta a pacientes que se habían recuperado y que ya se iban a casa. Eso realmente era emotivo y esperanzador para los que aún seguíamos luchando contra el bicho…
Y mientras tanto cuando me encontraba mejor. Miraba por la ventana o me ponía a ver las cartas que los niños escribían para los que estábamos enfermos en el hospital.
En la habitación 436 también pasamos momentos de alegría, cuando una mañana por sorpresa nos trajeron una carpeta con un montón de cartas con dibujos escritos por muchos niños para los que estábamos enfermos. Eso sí que fue un subidón de autoestima y de actitud.
Por lo demás cada día que pasaba, era una batalla ganada al coronavirus, y aunque no es que estuviéramos bien, ser positivos fue nuestra mejor arma contra el virus y estar juntos en la misma habitación, nuestra mejor terapia.
Lo que sufría era cuando veía las necesidades que pasaban el personal sanitario cada vez que venía a nuestra habitación. La falta de trajes de protección, el riesgo que corrían cada vez que tenían que entrar por algún motivo. Eso ha sido muy duro, porque los primeros que no queríamos contagiar a nadie, eramos nosotros mismos.
En todo momento todas las personas que forman el equipo del ala de la planta del hospital en la que hemos estado ingresados, han sido fabulosos. No hay palabras para agradecer su trato y su tesón con nosotros. Incluso una de las enfermeras le llegó a mandar a su marido a comprarle un tubo de pasta de dientes para mi marido, ya que no contábamos que nos pudieran ingresar en el hospital y no llevaba.
Hasta el personal de cocina cuando nos traían las bandejas se preocupaban de que estuviésemos lo mejor posible dada las circunstancias. Como veréis todo era de un solo uso. Y todo se tiraba en los contenedores que teníamos en la misma habitación, incluyendo los trajes de protección que se quitaban el personal sanitario que nos atendía, una vez habían terminado de atendernos, así los virus no salían de la habitación y no se contaminaba el resto del pasillo y habitaciones…
También tuvimos a nuestro ángel de la guarda particular. Teresa, que se ha convertido en una amiga, y que sin conocernos de nada siempre ha estado para hacernos todos los recados que necesitábamos. A Mario y a Ignacio por cuidarme a mi Diana (mi perrita) y cuidar de nuestra casa y evitar que las tormentas inundaran mi casa con las goteras.
Toda la familia y amigos que rezaron por nosotros para que nos curásemos. Por todos los whassapp que nos enviaron, por las llamadas telefónicas que hacía que no pensaras que estabas grave… Y por éstas vistas y atardeceres que nos inundaba de esperanza la habitación 436.
Vistas desde la habitación 436.
Os deseo toda la suerte del mundo a todas las personas que estén pasando por lo mismo que yo. Y os anime aunque solo sea un poquito a superar ésta enfermedad. Nosotros ahora estamos ya en casa y en cuarentena, esperando poder terminar de mejorar y que ésto solo se quede en un mal sueño. Mucho ánimo y mucha fuerza a todos. Y no dejéis de protegeros ni de luchar por no contagiaros y por mejoraros los que estáis enfermos como mi marido o como yo.