Aviso a navegantes (y a GPS despistados): las indicaciones para llegar no son del todo correctas.
Hay que coger un camino de arena (sí, ese que parece que no va a ningún lado) y tirar de intuición + Maps en mano, y al final se llega… sin perder la fe.
Eso sí, no esperéis un lago de postal con aguas cristalinas y reflejos de Instagram.
Esto es más bien versión agua turbia, marrón y con personalidad. Pero oye, para gustos, los colores (y los lodos).
Adjunto fotos para que lo veáis bien y decidáis si os merece la pena el paseíto o preferís seguir de largo. A mí al menos me sirvió para estirar las piernas y practicar el arte de no perderme.