En Etiopía encontramos las famosas iglesias de Lalibela, unas estructuras surreales que emergen o descienden de la nada con una sorprendente y casi indescriptible majestuosidad (en algunos de los casos) y que son Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Lo más curioso es que estas iglesias son básicamente el suelo rocoso o pedazos de montañas que excavaron por años hasta lograr las impresionantes estructuras. Y justo el por qué el Rey Lalibela hizo el proyecto y la razón de usar la técnica fue lo que más me impactó.
Acá la historia: los etíopes muy devotos creían que había que ir a Jerusalén para profesar su fe y como eso queda más lejísimo y en aquella época no había medios de transporte modernos, muchos morían en el camino (hablamos de por el siglo XII-XIV). El rey en sus oraciones le pidió a Dios una solución y él le ‘autorizó’ a crear una nueva ciudad santa para que su gente pudiera vivir la fe sin perder la vida. La elección del material es para poder seguir el mandato de Dios de hacerlas casi imposible de destruir: por eso eligió piedra y un estilo de construcción monolítico, dígase en una pieza única.
Tomó 24 años construir las distintas iglesias, mejorando la técnica entre unas y otras. Aunque sólo 11 están inscritas en la lista de la UNESCO se encuentran otras, más remotas de la ciudad. En la foto mi descenso de la magnífica estructura de la Iglesia ‘Bet Medhane Alem’ cuyas gigantes paredes y columnas dejan a cualquiera sin aliento (aunque el horrible techo protector te dañe el entorno).
Ahora, ¿cómo es una iglesia de Lalibela por dentro? Fría, oscura, repleta de alfombras pues para poder entrar hay que descalzarse, con olor a vela, a incienso, a piedra, a viejo… Se siente la solemnidad en el ambiente, en quienes lo visitan y quienes lo cuidan. Hay tambores y telares, uno que otro mural o detalle en paredes y techo. Allí el tiempo, así como muchas otras cosas, cobra momentáneamente una nueva dimensión.
Lalibela es uno de esos destinos que mezcla historia, arqueología, religión e impresionantes complejos monumentales. Para mi, una visita obligatoria para amantes de la historia, arquitectura, cultura y religiosidad.