Conocida como «la perla negra del Mediterráneo», Agde debe su apodo a la piedra de basalto volcánico de las cercanas montañas volcánicas del Monte Saint-Loup, que usa en sus edificaciones y les confiere un aspecto oscuro, único en el sur de Francia. Esta pequeña ciudad milenaria se encuentra en los confines de tres aguas: el río Hérault, el Canal du Midi y el Mediterráneo. Y fue el comercio marítimo, de hecho, lo que convirtió a Agde en un lugar muy importante en la antiguedad.
La catedral de Adge, Saint Étienne, está construida en su totalidad de este basalto negro. El edificio fue diseñado para servir tanto como fortaleza y como una iglesia: con muros de hasta tres metros de espesor, y un campanar cuadrado de treinta y cinco metros de altura. Fue declarada monumento histórico en 1840.
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