Con mi compañera de viaje, mi mamá, quien va conmigo a todas las aventuras que elijo, tomamos un taxi desde el centro de la ciudad hasta la base del Glaciar Martial. Allí se puede apreciar una nueva estructura que indica la entrada.
Una vez pasando los baños, y subiendo las escaleras, nos encontramos con un guía que nos indicó cómo comenzar por el sendero y nos sugirió alquiler de elementos para la escalada. Hay un cartel indicador con los precios y horarios del lugar.
Yo había leído que mucha gente subió fácilmente, entonces pensé que no era necesario alquilar nada, pero mi mamá insistió con los bastones. Lo que no sabía es que los senderos eran cinco, y todos, realmente muy diferentes.
El recorrido empieza con un camino rocoso, lleno de árboles, con unos puentes y pequeñas cascadas.
A medida que se avanza van apareciendo bloques de hielo, en principio muy pequeños casi derritiéndose, pero más adelante, muy firmes, confirmando que más arriba está realmente helado.
En el andar nos fuimos encontrando con viajeros de todas partes y lo que me pareció muy cálido es el saludo que vas teniendo con cada persona que te cruzas. A veces son solo palabras de aliento o simplemente una sonrisa, y ese momento te da fuerzas para seguir con la aventura.
Llegando a la plataforma superior, nos encontramos con el cartel que señalaba dos senderos, ambos hacia el mismo lugar y yo, ilusa, pensé en hacer el del nivel medio pero continué sin saber que debía girar a la derecha, por lo tanto, en mi ignorancia, me estaba dirigiendo al sendero Del Glaciar, con dificultad alta.
En ese punto la nieve era bastante importante, comencé a pensar que al final era buena idea alquilar los crampones, pues el camino se volvió muy resbaladizo, había que cruzar puentes y subir escaleras improvisadas.
Llegamos al cartel desde el cual se pueden visualizar los tres glaciares, me pareció extraño no ver un camino hacia las vistas que habían comentado. Solo veía gente yendo y viniendo por diferentes partes. Fue ahí cuando levanté la vista y presté atención hacia donde iban.
No creía que fuera posible llegar allí, lo que parecían hormigas eran los aventureros arriesgados. Realmente se veían muy lejanos, y creyendo que era imposible subir y ante ese momento de duda y temor, le pregunté a mi hermana -que me había recomendado la excursión- si era por allí donde seguía la travesía pero ella no pudo responderme ya que era difícil saberlo a través de una videollamada.
Frenamos un momento para analizar la situación y aprovechamos los bancos rústicos para sentarnos y almorzar rápidamente ya que el viento y la lluvia no ayudaban mucho.Continuamos el camino. La nieve resbalaba mucho, tanto que una chica con la que nos cruzamos, nos comentó que se había caído en uno de los pequeños pozos lleno de agua que había por allí.
Seguimos subiendo. Había un punto en el que el camino estaba muy marcado y sin nieve, así que decidimos seguir. Estaba muy rocoso y cada vez más empinado.
Nos cruzamos con mucha gente que nos decía que eran unos cincuenta minutos hasta el glaciar. Ya estaba más complicado pero por suerte había salido el sol, aunque el viento casi nos hace volar.
Continuamos y la nieve era co-protagonista, ahí todavía los caminos de tierra eran visibles, pero lo empinado lo convertía en más terrible.
En un punto nos sentamos a descansar y una pareja nos advirtió que no siguiéramos, que estaba súper peligroso, que él, experto, había continuado de rodillas pero su pareja había decidido quedarse.
Dudamos mucho porque la nieve era altísima a esa altura pero como teníamos energía, decidimos seguir. Ahí fue cuando estando a unos pocos metros, nos encontramos con un caminito en donde la nieve ya era la protagonista y toda la obra completa, no había tierra. La gente pasaba o muy despacio o de rodillas, allí mi mamá decidió quedarse y me hizo seña de que siguiera hasta el final.
Ya era todo nieve. En ese momento tenía muchísimo cuidado y me sostenía fuerte con el bendito bastón que al principio había rechazado.
Y ahí estaba, preguntándome por qué no había alquilado todo el equipamiento. En ese momento tenía mucha sed, tanta que pensé en aprovechar el hielo que había pero decidí que no por el miedo de andar tomando alguna bacteria congelada de millones de años jajaja. Pero seguí y al levantar la vista, vi el cartel tan esperado.
Sonreí mucho y me pareció un momento súper mágico, sobre todo teniendo un significado personal muy grande. Eso no fue todo, desafiandome un poco más, subí por un camino donde la nieve me llegaba a las rodillas y el bastón se hundía por completo. Saqué varias fotos y al emprender mi vuelta dije ¿Y ahora cómo bajo?
Lo pensé mil veces pero la realidad es que otra opción no me quedaba, lo analicé una vez más y tomé acción.
Y acá dejo el texto pero les doy una tarea para dar rienda a la imaginación, ¿cómo creen que fue esa bajada? La respuesta más creativa se gana un chocolate.
Plot Twist: Mi hermana nunca hizo ese sendero.