Como te comenté en mi post anterior: “De cuando me dejé guiar por una Local Guide en Ciudad de México”, a mi llegada a la capital mexicana fui recibida por la Local Guide @Ameyali_Mx , quien dedicó una buena parte de la tarde y la noche a sacarme a pasear y llevarme a conocer los más populares destinos de su ciudad.
En nuestro recorrido presencié tres manifestaciones culturales que llamaron mi atención:
- La ceremonia para los que ya trascendieron.
- La versión moderna del juego de pelota mesoamericano.
- El organillero: un oficio en vías de extinción.
A continuación te las presento:
La ceremonia para los que ya trascendieron:
Justo cuando llegábamos al Zócalo escuché unos tambores, de forma instintiva me dejé guiar por la curiosidad, seguí el sonido y, para mi sorpresa, me topé con el inicio de una ceremonia en Náhuatl. Se trataba de un ‘calpulli’, una especie de clan dentro de la sociedad azteca, que no estaba haciendo un show para turistas ni buscaba dinero, de hecho ellos no lo hacían para nosotros -los espectadores- sino que lo hacían para sí mismos. Esto era algo real y el encontrarme allí fue mágico pues tuve la dicha de dejarme vibrar por sus ritmos, embriagar por los aromas y sorprender por lo que mis ojos presenciaban. Video disponible en mi cuenta de Instagram: https://www.instagram.com/p/B-F13j8jpeR/
La versión moderna del juego de pelota mesoamericano:
¿Alguna vez escuchaste aquello de que los pueblos precolombinos “jugaban pelota”? Yo si, aunque si te soy honesta (extrañamente) nunca me pregunté en qué consistía este juego y, de forma errónea, asumí que se parecería a lo que jugamos hoy en día. En esta visita a México tuve la dicha de presenciar la práctica del “Ulama” (la versión moderna del juego) y ahí fue que entendí que, en este pasatiempo, los contrincantes no golpeaban el balón con manos o pies, sino con sus caderas. En mis posteriores visitas a zonas arqueológicas mexicanas comprendí también que aquella práctica milenaria llegó a ser mucho más que un juego y que resultó ser un ritual con implicaciones tanto políticas como religiosas, utilizado incluso para resolver disputas territoriales entre distintos grupos que, en algunos casos, se jugaban (literalmente) el honor y la vida. Este último dato fue el que más me impactó y me hizo entender por qué era tan importante para ellos ganar: solo uno se alzaba con la victoria y, en algunos casos, parte del premio era el ver rodar la cabeza de aquel contrincante que resultara perdedor… Video disponible en mi cuenta de Instagram: https://www.instagram.com/p/B-NpvRbDPgU/
El organillero: un oficio en vías de extinción.
Si mal no recuerdo, nunca había visto un organillero en vivo. Esta manifestación del arte callejero se destaca por su componente tradicional y aún se encuentra en las más concurridas vías de algunas naciones, entre ellas México. Según un artículo publicado en 2016 por el NY Times (Ahmed, A.), los organillos llegaron a este país en el siglo XIX desde Alemania (donde son llamados “Drehorgel”) y, aunque inicialmente eran disfrutados solo por la clase rica, su popularidad fue en aumento hasta que, para mediados de 1900 ya tocaban música mexicana y ocupaban las calles de los principales pueblos. Tristemente, este es un oficio cada vez más escaso, pues quienes lo practican viven de la propina que les dan los peatones y compiten contra bailarines, diversos tipos de músicos, figuras animadas y hasta superhéroes. Video disponible en mi cuenta de Instagram: https://www.instagram.com/p/B-ONkQzj_ee/
Durante el recorrido por el cual me llevó @Ameyali_Mx experimenté una gratitud especial, una de esas que solo se sienten cuando percibes que estás donde tienes que estar. Era como si México, desde un primer momento, se hubiera empeñado en mostrarme su hospitalidad, diversidad y riqueza cultural. Así fue como, con muchísima suerte y en cuestión de unas cuantas horas, tuve la mejor bienvenida posible, una repleta de historia y de tradiciones VIVAS, una de esas que (al menos a mi) me enamoran.
¿Conocías alguna de estas tradiciones?¿Tienen alguna similar en tu país? ¡Cuéntame!